domingo, 3 de julio de 2011

Para el segundo gobierno de la Revolución, el programa de Jacobo Arbenz Guzmán, para conducir a Guatemala a ser un país con una economía capitalista moderna, solo contemplaba cuatro puntos, a saber:
1. Construcción de la Carretera al Atlántico
2. Construcción del Puerto Matías de Gálvez (Santo Tomás de Castilla)
3. Construcción de la Hidroeléctrica Jurún Marinalá
4. Aplicación de la Reforma Agraria
Nadie podrá discutir que estos puntos, en ese momento, eran indispensables para pegar un salto hacia el presente, después de los largos períodos de dictaduras. Y no eran irreales. Igual que ahora, las cosas no han cambiado en estos casi sesenta años, los campesinos no tienen acceso a la tierra, la energía sigue dependiendo de los derivados del petróleo (por eso son caros), la salida hacia Izabal sigue siendo la única y cada vez más usada y el Puerto del Atlántico debido a los gobiernos entreguistas que nos han gobernado, sigue en su mayoría en manos de las bananeras, pero es indudable que era lo que necesitaba Guatemala.
Sesenta años después, seguimos teniendo las mismas carencias, las mismas debilidades, la misma “debilidad” estructural, por decirlo con un eufemismo, los gobiernos dependen directamente de las castas del poder, representadas por lo que se ha dado en llamar las diez familias. Estamos jugando en una “cancha” viciada, que ha construido la oligarquía para mantener el statu quo e incólume su poder. Desde la finalización de la guerra interna, cada vez más se han ido cerrando los espacios para la izquierda y una especie de velo se nos ha echado encima, somos invisibles.
Este fue el marco que generó los 36 años de guerra interna y no ha cambiado, mayor cosa, aunque se nos diga que hemos avanzado y que somos los más desarrollados de Centroamérica, ya que lo desmienten enfáticamente los Índices de Desarrollo Humano, que nos colocan en el último lugar del Istmo.
A ello ha contribuido la desazón que cundió a lo largo de la izquierda después de la firma de la paz y a cambiar, a todo nivel, la práctica de una política de guerra, a la convivencia con los politiqueros de siempre, fieles exponentes de nuestra historia política, pero en la que debemos luchar.
Reproduzco gustosamente la propuesta elaborada por el Dr. Edelberto Torres-Rivas, a nombre de un grupo de connotados ciudadanos sin afiliación a partido político alguno, con algunos pequeños cambios que sugiero.

Guatemala es una sociedad, que sobrevive en el filo de un Estado Fallido, por lo tanto en permanente crisis, que se origina en la persistencia de un modelo económico y político, que origina desigualdades y una extensiva pobreza, que ha originado relaciones políticas violentas. Lo que equivale a decir, injusticia social y dictaduras políticas.
La guerra interna que duró treinta y seis años, fueron formas exasperadas de protesta contra esa situación. Así deben considerarse. En ese empeño y en la defensa del orden tradicional murieron aproximadamente 150,000 guatemaltecos, indígenas en su inmensa mayoría y cerca de 50,000 desaparecidos. Venimos intentando salir de un profundo trauma, como no ha ocurrido otro igual en América Latina. No es el caso arrastrar rencores, salvo el derecho a saber la verdad y pedir el castigo que corresponde a los asesinos de las víctimas. Para ver el futuro, el pasado no puede oscurecerlo. Y la primera condición para caminar juntos es tener confianza en el futuro. Sin desarrollar una confianza mutua, no sólo en nosotros mismos sino fundamentalmente entre nosotros, nada se podrá lograr.
Los problemas que expresa la crisis son de naturaleza estructural y han estado presentes durante muchos años. Por lo tanto, las soluciones solo pueden ser estructurales. Es bueno poder distinguir estos temas, para que el detalle, la anécdota o el sentido común no nos confundan. Si son estructurales, tienen que ver con el problema de la inequidad que define la totalidad de nuestras vidas: las desigualdades de riqueza, que son desigualdades de poder. La pobreza que por sí misma margina y excluye.
Este no es un programa electoral ni un plan de gobierno. Es la síntesis de aspectos mínimos claves que, a nuestro juicio, ningún proyecto para reconstruir Guatemala puede dejar de lado. Se pueden formular de mil maneras, pero su raíz no se puede ocultar.
Se plantea aquí el inicio de las soluciones.
El punto de partida es el reconocimiento pleno de que nuestros problemas, solo corresponde resolverlos a los guatemaltecos, que resulta difícil que un partido político aislado, pueda hacerlo o que se diga que cuatro años es suficiente. No, lo que se necesita son soluciones complejas que requieren respaldo ciudadano mayoritario y que deben ser consideradas en el mediano plazo. Dos generaciones, veinte años de paz con progreso.
Todo lo anterior sólo puede ser bien comprendido y resuelto en el campo de la política y los problemas solo tienen solución si son planteados en esa perspectiva. Por política entendemos las relaciones de cooperación y conflicto,¿ que existen entre las personas con ocasión del poder y su manejo. Toda política debe estar guiada o inspirada por la moral, por los valores de la justicia social, la búsqueda de la igualdad, el respeto mutuo, la solidaridad.
No hay conflicto de intereses ni alternativa, si la equidad tiene la primacía.
El reconocimiento anterior supone la creación de un Estado moderno, que llamamos fuerte para contrastarlo con el actual. El Estado es fuerte en el sentido de ser eficaz en sus funciones, transparente en el cumplimiento de sus deberes, con soberanía fiscal, con autonomía frente a los grandes poderes del mercado. En consecuencia el Estado fuerte es democrático, de derecho.
El poder estatal fuerte se logra, en buena medida, si se tienen partidos políticos con vida funcional por lo menos con tres rasgos fundacionales: organizaciones con efectiva implantación nacional, con permanencia en el tiempo, al margen de derrotas o victorias electorales, con un programa mínimo preocupado del progreso social. También las organizaciones de la sociedad civil (culturales, académicas, deportivas, cívicas, etc.) deben estar organizadas y representadas en la vida pública para ayudar. Todo lo anterior se traducirá en la paulatina formación de una ciudadanía moderna, que pueda hacer uso de sus derechos y de cumplir con sus deberes: respetar la ley, pagar impuestos, tener lealtad a la nación. Ciudadanos que no solo voten y luego se refugien en la desesperanza.
Hay seis problemas, que hay que enfrentar con urgencia. Los plazos ya están vencidos y por ello hay crisis. Se proponen medidas para tener resultados hacia el 2015.
1) Resolver de una vez por todas, la existencia de un Estado con recursos financieros suficientes para atender sus programas esenciales. En consecuencia, una reforma fiscal basada en el establecimiento de una redistribución moderna de la carga impositiva, ponerle fin al contrabando y a la corrupción, castigo por igual a los evasores y mejorar el cobro y administración de los recursos públicos. El objeto es alcanzar de inmediato una carga tributaria del 15% de manera sostenida.
2) Establecer un programa de largo alcance de reforma educativa, basada en la certeza que una población educada favorece más el crecimiento económico y la estabilidad política. La reforma debe iniciarse de inmediato asegurando la educación primaria universal; mejoras sustantivas en la calidad de los profesores, sus salarios y la infraestructura física. Atención de los otros niveles educativos, especialmente en las zonas rurales; control de la educación privada para asegurar su calidad y rendimiento. La meta debe ser a corto plazo, alcanzar la educación secundaria universal, basada en criterios científicos y humanistas que aseguren la formación de un sujeto libre, capaz de decidir por sí mismo, el destino que quiere vivir.
3) Un programa de largo plazo para combatir las raíces estructurales de la pobreza, la indigencia social y el hambre. Pero en lo inmediato, terminar, ya, con la muerte de niños porque no tienen que comer. La existencia del hambre es una vergüenza nacional, histórica, de carácter moral y estructural. Esta situación no es una emergencia que se combate dando alimento por meses. El hambre existe hace más de un siglo y es el resultado de las políticas de expropiación de tierra, bajos salarios, injusticia permanente con los campesinos e indígenas. El eje de la estrategia contra la pobreza, es la tierra, donde las políticas de desarrollo rural lo señalen, el trabajo, el salario digno y la oferta de servicios públicos, a cuya cabeza debe estar la seguridad social. Los propósitos deben ser en lo inmediato, reducir a la mitad el porcentaje de personas que padecen hambre y asegurar que ningún niño morirá por esa causa; igualmente, la pobreza extrema, en lo inmediato, debe reducirse a la mitad y asegurar el pleno empleo para todos, incluyendo mujeres e indígenas.
4) Establecer un programa de reforma general de las políticas de salud, unificando su dirección y aplicación. Una sociedad enferma es el testimonio vivo de una sociedad injusta, que se desarrolla sin equidad. En Guatemala la gente se muere de enfermedades que se pueden prever y curar fácilmente. En consecuencia, debe reformarse a fondo del sistema estatal de salud, que asegure en el plazo inmediato, que se reducirá en dos terceras partes la mortalidad de niños menores de cinco años; reducirá la mortalidad materna en tres cuartas partes, de lo que ocurre en la actualidad; detenga la propagación del VIH/Sida y elimine, definitivamente, la muerte por paludismo, malaria, tuberculosis y otras enfermedades.
5) El narcotráfico constituye la mayor amenaza al orden político, porque, no solo es una actividad ilegal, sino que su tránsito/depósito/producción/consumo vienen acompañados de extremas formas de violencia criminal, debilita las instituciones públicas, estimula prácticas políticas corruptas y enferma el tejido social. Ninguna política de represión, sola, puede tener éxito; por el grado de implantación que ya tiene en la sociedad guatemalteca, el combate al narco-negocio es una operación compleja y difícil. Se hace necesario asegurar la capacidad y la honradez de la policía nacional civil y el sistema carcelario; elevar la calidad y capacidad de juzgar y castigar del Estado; castigo implacable contra los funcionarios corruptos y contra las modalidades privadas que lo fomentan, como el mercado libre de armas, los organismos particulares de seguridad, el secreto bancario y otros. Trato especial en la prevención, castigo y curación, para las pandillas juveniles, mejorando las ofertas de trabajo, educación y uso del tiempo libre. Asumiendo que este no es un problema de índole únicamente nacional, se requiere un plan con los países vecinos, una estrategia que no precisa de soldados extranjeros sino que estos sean útiles en sus países, como debe suceder con los Estados Unidos.
6) La inseguridad es un resultado asociado a algunos de los problemas mencionados anteriormente: la pobreza, la debilidad estatal, el auge del narcotráfico estimulan el crimen como la vía para el dinero fácil. En la base del combate a la inseguridad, producto del auge de la criminalidad, aparece el Estado y en particular las instituciones de justicia, de policía, el sistema carcelario. No toda la criminalidad se debe al narco-negocio; hay formas privadas de crimen que produce inseguridad de manera extendida. Si se resuelven adecuadamente los problemas anteriores, mejorarán las condiciones de seguridad del ciudadano. La aplicación del Acuerdo Nacional para el Avance de la Seguridad y la Justicia, debe convertirse en la hoja de ruta de la lucha por la seguridad ciudadana.
Sin duda, hay otros problemas y otros enfoques. Ellos deben considerarse, teniendo presente que la dirección de todas las respuestas, soluciones y políticas deben orientarse por el sentido de dignidad del ser humano, de sus igualdades básicas como punto de partida y de la equidad como moral pública que guía la acción gubernamental. Las metas propuestas son factibles y por ello, inmediatas, antes de 2015. Deben formar parte de propósitos más ambiciosos, de cambios estructurales, para que la nueva generación, los que tendrán 25 años en 2030, vivan en una Guatemala mejor.
Este es el momento en que, a pesar del aislamiento al que es sometida la izquierda, de estructurar propuestas que profundicen estas metas propuestas, con la convicción que el cambio estructural que necesita nuestro país, es indudable que debe ser encabezado por la izquierda, en este caso, por el Frente Amplio.

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