domingo, 3 de octubre de 2010

CON LA INEQUIDAD A CUESTAS

Guatemala sufre las consecuencias de un problema estructural irresoluble, en las actuales circunstancias, la pobreza y la desnutrición son el pan nuestro de cada día, para la mayoría de la población, tanto en el área rural, como en la urbana.

El desequilibrio entre los tenedores de la tierra, es abismal, según datos de la FAO, el 10% de los guatemaltecos posee el 80% de las tierras (regularmente de las mejores tierras), muchas de ellas de forma improductiva.

Seguimos repitiendo los mismos esquemas de tenencia de la tierra, de la Época Colonial, cuando prácticamente toda la tierra estaba en manos de los Encomenderos, léase españoles y criollos, y en las reservaciones, que eso eran, vivían los indígenas, que eran la mano de obra gratuita para estos encomenderos.

Pero que pasados más de quinientos años de la Conquista, las condiciones subsistan, es patético.

Fruto de esta inequidad socioeconómica y estructural y de la naturaleza, que castiga y se ensaña con este pequeño país, donde más de catorce millones de personas malviven, es que las posibilidades de desarrollo tienen nulas perspectivas.

Las capas económicas dominantes y los organismos interna-cionales, han impuesto las medidas económicas más convenientes para los poderosos, en los últimos años, hicieron que el Estado se redujera drásticamente, con el pretexto que el mercado se encargaría de distribuir equitativamente la riqueza, cosa que no ha sucedido y que ha hecho que el Estado al estar reducido al mínimo no tenga recursos suficientes para afrontar la problemática que se le presenta, desnutrición, hambruna, azote de la naturaleza, que en los últimos años se han ensañado con el territorio nacional, el Mitch, Stan, Agatha, la erupción del Volcán de Pacaya, las sequías y las tormentas, que han hecho que no se salga de una tragedia, cuando la siguiente está a la vuelta de la esquina.

Siendo gobiernos débiles los que, diz que, gobiernan el país y con una oligarquía que invierte muy poco en país y que no paga los impuestos que le corresponden, la única salida posible es la ayuda internacional y el endeudamiento externo, que solo sirve para ayudar a las víctimas, pero no para cambiar el sistema creando fuentes de trabajo, se termina la ayuda. . . y vuelven los problemas estructurales a aquejar a los habitantes más necesitados. ¡No hay trabajo, no hay ingresos. . . sigue la miseria!

El país en sí mismo, es y ha sido siempre el granero natural de Centroamérica, al cual la iniquidad social, económica y política, le han jugado una mala pasada.
Los grupos poderosos, siempre obtienen ganancias, aún con la desgracia ajena, ya que de todo se benefician, son ellos los que distribuyen las ayudas y administran los fondos de reconstrucción.

Y por si el hambre no fuera un problema para nuestro paí, en el escalafón mundial de las naciones más vulnerables al cambio climático, Guatemala ocupa el cuarto lugar y, a nivel latinoamericano, el primero, por encima de Haití.
Todo se conjuga en contra de Guatemala, ya que a todas las desgracias enumeradas se suma que su superficie de 108.889 kilómetros cuadrados es atravesada por tres placas tectónicas y 44 volcanes que se alzan amenazantes hacia las nubes en terrenos montañosos.

Han pasado 36 años del terremoto que asoló Guatemala y las previsiones son que en cualquier momento puede sucederse un fenómeno semejante, con el agravante que se habla mucho del movimiento de las tres fallas, lo que podría originar una catástrofe de dimensiones incalculables, si las tres fallas se llegan a activar, ya que las tres rodean la ciudad capital.

Lo que parecía una salvación, la aparición de las lluvias de abril, para terminar con la persistente sequía, se convirtió en un nuevo tormento con Agatha y las cenizas y arenas de las explosiones eruptivas del Volcán Pacaya

Las sucesivas tormentas que nos han asolado, han hecho que esta situación diera origen a las inundaciones y los deslaves, que no tardaron en hacer lo suyo en un terreno sobresaturado con miles y miles de litros de agua que cayeron en muy poco tiempo.

Allí Comenzó el calvario para las autoridades y la población, una vez más, dado que sectores que no se habían visto afectados por la sequía que se presentó, principalmente en el llamado corredor seco, se vieron expuestas al paso de la tormenta, con sus copiosas lluvias.

En un país donde la desnutrición crónica afecta principalmente a más del 50% de la población guatemalteca, menor de cinco años y se concentra en sectores rurales, donde predominan los pueblos indígenas, siendo pobres siete de cada diez. ¡Un 70%! A los que hay que agregar que tenemos un amplio sector de la sociedad que vive en condiciones de subsistencia y en condiciones de mucha pobreza.
Es por eso, que es imperativo que se entienda que la desnutrición no debe verse como un problema humanitario ni como un problema exclusivamente social, sino que como un problema económico, social, estructural y, para rematar, endémico.
La alta vulnerabilidad en que viven miles de comunidades se ha creado históricamente por los modelos económico-políticos que han regido el país, impuestos por la oligarquía.

La acumulación de riquezas en pequeño sector de la población, ha resultado no sólo de la distribución desigual de la tierra, sino del acceso a mano de obra barata que las fincas grandes han tenido, debido a las políticas que los gobiernos impuestos, durante más de quinientos años, por este sector han implantado, hasta no hace mucho, en elecciones muy cuestionables.

Esto hace que las esperanzas de cambio y justicia social en Guatemala, sean prácticamente una utopía.

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