lunes, 7 de febrero de 2011

La Vaca que Ríe

La Vaca que Ríe

La mayoría de los egipcios, hartos de los vejámenes que han sufrido a manos de la dictadura de Mubarak, se han levantado en su contra, se han cansado de esperar que el único presidente que han conocido dos generaciones, muera y han realizado unas protestas masivas, de cientos de miles de manifestantes que exigen que renuncie.
La avanzada edad de Hosni Mubarak, los hace esperar un desenlace fatal, como el que lo llevó cerca de la muerte, en un quirófano alemán en marzo del año pasado, que hizo que se esperase la desaparición de su rostro, no de su régimen, ni siquiera de su apellido. Porque Mubarak, de 82 años, 30 ellos detentando el poder de forma autoritaria y burlándose de las urnas, estaba amarrando su sucesión en la figura de su hijo Gamal.

Pero vino la victoria de los manifestantes de Túnez, que lograron echar al gobierno y eso hizo concebir serias esperanzas al pueblo de Egipto, que ellos, también, podían lograrlo y comenzaron las movilizaciones masivas, que exigen la salida de este Dictador, que aupado por el gobierno norteamericano, lleva treinta años entronizado en la Presidencia de Egipto.

Los egipcios parecían condenados a una dinastía al más puro estilo faraónico porque, como dicen hoy los jóvenes en los foros de Internet, desconocían que se podían enfrentar al régimen. No sabían la fuerza que reside en el poder soberano del pueblo.

Su prepotencia y su negativa a hacer las reformas que su pueblo, desesperado, sobreexplotado, empobrecido y constreñido por tres décadas de estado de emergencia y corrupción, ha venido exigiendo desde hace tiempo, también ha cavado la tumba política de Mubarak.

Pero poco podía temer el 'rais' Mubarak que “su pueblo” osara enfrentarse a su maquinaria represiva, hasta hace unas semanas. Con un régimen basado en el miedo, creo la estabilidad interna, sumado a su alianza privilegiada con Estados Unidos e Israel (es uno de los dos únicos países árabes que mantiene un acuerdo de paz con el Tel Aviv) alcanzó su influencia externa.

Se consideraba invencible y resultó ser tan vulnerable al juicio de su pueblo como cualquier otro dirigente.

En 1975, Anwar el Sadat le nombró vicepresidente de la República Árabe de Egipto. Cuando Sadat fue asesinado en 1981, a manos de islamistas, Mubarak compartía la tribuna con El Sadat, logró salir indemne de las balas y pocos días después accedió a la Presidencia, para sorpresa de muchos, gracias al estamento militar, ya que no era muy conocido por la población.

Desde entonces se ha convertido en un sobreviviente, tanto física como políticamente. Ha sobrevivido a seis intentos de asesinato, el que más posibilidades tuvo de matarle, sucedió en Addis Abeba, cuando la limusina en la que se dirigía a la cumbre de líderes africanos, fue atacada.

Mubarak mantuvo los motivos que llevaron a los radicales a asesinar a Sadat, los acuerdos de paz con Israel, que una significativa parte de la población no acepta, sobre todo teniendo en cuenta la proximidad de la franja de Gaza, que llegó a estar administrada por Egipto y que comparte frontera con la nación árabe. Los mismos acuerdos de paz que, por primera vez en la Historia, llevaron a la Liga Árabe a suspender la participación de Egipto en su institución hasta 1989, cuando el país fue readmitido con todos los honores y la Liga Árabe trasladó su cuartel general a El Cairo.

Nadie le reprochaba en voz alta las violaciones de los derechos humanos, la represión policial o el estado de excepción que arrebataba las libertades esenciales de sus ciudadanos desde que llegara al poder. No había razón, era un desgraciado, asesino y corrupto, pero ha sido amigo de los gobernantes de los Estados Unidos y por ello es que no ha importado lo que haga, son los amigos necesarios.

Ha jugado siempre con la democracia, convocó cuatro referendos (1987, 1993, 1999 y 2005) de validez cuestionable, pero a los demócratas no les importó, jamás nadie se preocupó de supervisar esos referendos. La ley es tan restrictiva que cualquier candidato que no sea el mismo Mubarak o esté respaldado por él, tiene nulas posibilidades de medirse con él. El resto de elecciones han sido igualmente irrisorias: las últimas, a finales del 2010, contaron según el partido con una participación masiva. El Partido Democrático Nacional, la formación de Mubarak, obtuvo según el particular recuento del régimen 420 de 508 escaños, es decir, el 81% de la Asamblea del Pueblo. Los Hermanos Musulmanes, organización semi-legal de enorme peso popular, pasaron de tener 88 a 1 solo diputado, que demuestra la impunidad con que impone su voluntad Mubarak. La organización islamista tiene un enorme arraigo en la calle egipcia, especialmente en las provincias, donde las condiciones económicas son miserables, y cuanta más corrupción rodea al entorno de Mubarak, más aumentan sus filas.

Frank Wisner, enviado por Obama a Egipto, manifestó que sería conveniente que Hosni Mubarak permaneciera en el poder por algún tiempo más, para supervisar el proceso de transición. "El liderazgo de Mubarak es crucial. Después de 60 años al servicio de su país, ésta es la oportunidad de que escriba su legado. El presidente debe permanecer en el cargo para guiar los cambios", dijo el diplomático.

Mubarak pretexta que su régimen es necesario para salvar a Egipto de la amenaza islamista radical, que golpeó el sector turístico en los años 90, pero la población lo considera una excusa para gobernar ignorando los más básicos derechos humanos.

La gente de la calle llama a Mubarak “La vaca que ríe”, debido a los carteles que proliferan en todas partes, donde lo fotografían con una sonrisa estereotipada.

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